LA BELLEZA DEL SALUDO
Quedaban aproximadamente diez minutos para acabar la jornada e irse a casa después de un turno duro en la enorme empresa de manufactura de pescado, en un bonito pueblo del norte de Noruega.
Asgard tenía dudas y no estaba seguro de si había etiquetado correctamente la última remesa , así que para comprobarlo, entró en el monstruoso congelador donde se almacenaban miles de toneladas de diferentes pescados.
Como sólo era un momento, no se puso el equipo reglamentario y entró. Suele ocurrir que las desgracias ocurren de la manera más inesperada.
Y ocurrió.
El seguro de la inmensa puerta se bloqueó y la puerta quedó trabada por fuera.
El mecanismo de seguridad llevaba días fallando y esperaban al técnico para esa semana.
No llegó por acumulación de trabajo.
Asgard quedó atrapado dentro.
Sus compañeros ya habían abandonado la nave, se estaban cambiando y algunos ya saliendo por la puerta. Como eran muchos, nadie siquiera se percató de su ausencia.
Mientras tanto Asgard comenzó a acusar el glacial frío de un congelador a -25º.
Pasaban los minutos y empezó a comprender que su fin estaba cerca; sabía que sus compañeros no volverían. Él tampoco volvía nunca.
A medida que pasaba el tiempo comenzó a sentir mareos y pérdida progresiva de consciencia a causa del frío.
- En dos horas estaré muerto, pensó. Y pensó en su guapa mujer y sus dos preciosos hijos, que quedarían sin padre con pocos años; y él sin nada a sus 43 .
Al de cinco horas, Iversson - el vigilante de seguridad - descubrió a Asgard en el congelador.
Las urgencias rescataron al trabajador con un hilo de vida pero tras reanimaciónes y a punto de morir, consiguieron recuperarle y que todo quedara en un inmenso susto con diez días de ingreso hospitalario.
Al día siguiente, el gerente de la empresa
acudió a hablar con Iversson, el vigilante, para que le informara con detalle de lo ocurrido.
Iversson le contó que se había sentido inquieto ese día porque a la salida del turno no vió a Asgard.
El gerente - extrañado - le preguntó a ver como podía saber que Asgard no había salido si en cada relevo salen (entre trabajadores, oficinistas y directivos) cerca de 250 personas en tropel.
La respuesta de Iversson fue simple y directa:
-Sr gerente, tengo 60 años y llevo 35 años en esta empresa. Durante este tiempo, pocos han sido quienes se han despedido o saludado al entrar al trabajo o al irse. Y ninguno nunca se ha preocupado por este humilde vigilante que pasa desapercibido para todos.
Todos...excepto Asgard, que siempre me saludaba con una sonrisa sincera y me preguntaba por mi mujer, mis hijos y en ocasiones me traía un caldo caliente cuando él iba a tomarse uno.
Ayer no vino a saludarme y eso me pareció muy extraño, asi que me inquieté. Eché en falta su saludo y su calidez y empecé a buscarle hasta que dí con él. Lo demás ya lo sabe usted.
El gerente le dió las gracias a Iversson y se fue - cabizbajo - a su despacho.
Esa es la importancia y la belleza de un saludo, algo que muchos niegan por creerse superiores por ocupar cargos importantes y puestos con VISA o reuniones con altos cargos.
Pero al final, si se queda encerrado en un congelador, de ese saludo sincero afectuoso que haya prestado o no, puede depender su vida.
DEDICADO
A quien se crea superior a los demás y se emborrache de prepotencia y absolutismo POR OCUPAR UN CARGO y no sepa que antes o después, la vida pone a cada cual en su sitio.
Y si le pone a uno en el congelador de la indiferencia de los demás a los que nó saludó y trató con desprecio, es muy probable que acabe fileteado y conservado a 25 bajo cero como un bacalao.
Y seguro que nadie va a buscarle... porque nadie le echará en falta.
(Esta es una historia real ocurrida en Noruega a mediados de los 90 y recogida de hemeroteca sonora)
No hay comentarios:
Publicar un comentario